En un giro digno de una comedia de enredos, un hombre turco descubre la infidelidad de su esposa gracias a dos loros demasiado elocuentes. En lugar de chismes de vecindario o mensajes anónimos, estos coloridos testigos emplumados repitieron una frase comprometedora: «Mi marido no está en casa, ven».
La pareja de loros se convirtió en los protagonistas involuntarios de un drama conyugal que hizo que las plumas volaran. El esposo, que hasta entonces desconocía ser cornudo, encontró en las aves un testigo inusual pero persuasivo en su caso de divorcio.
No fue solo una historia de adulterio, sino un espectáculo digno de una telenovela. Los loros, mudos testigos del affaire de la esposa con un segundo hombre, no tardaron en convertirse en el centro de atención del juicio. Recitaban incansablemente la frase que la esposa usaba para invitar a su amante a casa, como si fueran actores de un guion mal escrito.
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